jueves, 7 de junio de 2012

Historia de un hombre pendejo


Había una vez un hombre que en medio de la derrota, el sufrimiento y la ruina mencionó:
“Desnudo salí del seno de mi madre, desnudo allá volveré. Yavé me lo dio, Yavé me lo ha quitado, ¡que su nombre sea bendito!” (Job 1, 21)
Una vez que perdió a su familia y patrimonio el hombre cayó enfermo y su cuerpo sufrió el dolor físico que antecede a la muerte, pero sin alcanzarla aún. Su mujer le reclamó su estado de pasividad y lo impeló a morir. Este en respuesta a la solicitud de su cónyuge dijo:
“Hablas como una tonta cualquiera. Si aceptamos de Dios lo bueno, ¿por qué no aceptaremos también lo malo?” (Job 2, 8-10)
A todas estas el hombre ignoraba la negociación secreta entre el tal Yavé y su aliado Satán, todo con el objetivo de probar la fe del protagonista de la historia. Los autores intelectuales del crimen nunca confesaron su proceder ante la víctima, de esta manera el hombre murió abrazando la convicción del temor a Dios como garantía de salvación y vida eterna.

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