Na
nha sonho mieforte
Um tem bo protecao
Um te so bo carinho
E bo sorriso1
Um tem bo protecao
Um te so bo carinho
E bo sorriso1
Tu rostro evoca mucha saudade |
Los
recuerdos surgen en la mente por alguna lógica inconsciente, quizás
un aspecto del presente inmediato active la necesidad de recuperar
una sensación placentera ya difusa, perdida en el espesor de tanta
información registrada en tres décadas de existencia. Si el
presente se alimenta de un deseo imposible de ser saciado, el pasado
adquiere estímulo de tecnologías que fungen como apéndice de la
memoria, son esos artefactos
culturales que contribuyen a editar el pesado fardo mnemotécnico.
Uno de esos dispositivos es la música. La música es uno de los
elementos que activa mis ansias por la remembranza, por el placer de
recuperar los momentos de felicidad ya idos; incluso los episodios
más tristes. No se trata de caer en el lugar común que afirma la
relación entre la vida y una canción. No. Definitivamente, no me
refiero a ese gesto novelero.
Hay
tanta música en mi mente. Sin embargo, siento una profunda nostalgia
por las canciones de Cesária Évora. Nunca serán suficientes las
palabras que describan su voz. Llegué a su música por uno de esos
azares e inmediatamente supe que debía seguir oyéndola. Ya no
recuerdo el año ni el momento en que su música comenzó a formar
parte del repertorio de mis sensibilidades. Cuando supe de su
fallecimiento, un 17 de diciembre de 2011, pensé en
la honda huella que dejan ciertos artistas en la vida. Cuando Cesária
Évora murió recordé la tristeza que me generó el suicidio de Kurt
Cobain (mi ídolo de adolescencia) y Celia Cruz (recordatorio perenne
de mi ser caribeño). Cuando Cesária Évora murió, también murió
una dulce compañía. Su ausencia, como todas las ausencias, me pone
a elucubrar acerca de la vez que nunca la conocí, a inventar
diálogos que nunca acontecieron, entonar las canciones que jamás le
oí recitar en un concierto y transitar por las calles de su amada
San Vicente en aquel viaje que no
hice a Cabo Verde (Petit
Pays). La ausencia me lleva a
delirar por islas africanas donde el tiempo transcurre en una
monotonía incesante, de tranquilas aguas atlánticas desde
donde alguna vez mis abuelos
decidieron tomar el rumbo incierto de emigrar y venir a “hacer las
Américas”. Un país de maravillas,
solía decir mi abuelo cuando se refería a Venezuela. De mis abuelos
me viene lo de recordar las ínsulas del océano Atlántico,
geografías que desconozco pero las siento vívidas (como esa dorsal
oceánica llamada Islandia). ¿Qué hay en una isla que es capaz de
conformar tanta añoranza? Conozco a muchos isleños que ansían un
continente pero cuando están en él piensan con melancolía en su
terruño.
Esa
nostalgia, esa melancolía, es lo que percibo en la voz de Cesária
cuando la oigo cantar, una y otra vez, en ese portugués postcolonial
que tanto ha ayudado ha enriquecerlo, quitándole los sonidos
guturales ibéricos tan ásperos para una lengua que en
ella se exhibe sensual,
cadenciosa e íntima. Una lengua que enuncia la condición isleña
con características propias, una lengua caboverdiana (Isolada:
aislada). Pero también es una Ausencia,
una oportunidad para hacer uso de una frase en español que concentra
lo que siento: echar en falta. Cuando uno extraña en realidad lo
hace desde la fantasía que genera la nostalgia, una nostalgia fijada
por rasgos de la personalidad que están definidos desde los primeros
años de infancia y que, en la etapa adulta, simplemente les
proporcionamos contenido. En mi caso, una continua inclinación a
viajar en el tiempo y rememorar las viejas canciones de pasodobles
que gustaba oír mi abuela; sucede que su nieto también posee una
nostalgia isleña: ¿será que los sentimientos también se heredan?
Desde
esta condición continental invoco a los ancestros isleños que me
constituyen y claman por ser
reconocidos (Beijo Roubado).
Un último recurso para esta semblanza: no es la interrupción
abrupta lo que importa (la pérdida) sino la continuidad en medio del
naufragio, el pulso vital que me impela a estar y ser (como uno de
esos barcos en los que nunca estuvo Enrique el Navegante).
1Fragmento
de la canción Ausencia, escrita por Goran Bregovic e
interpretada por Cesária Évora como parte de la banda sonora del
film Underground
(1995), dirigido por Emir Kusturica. Traducción en inglés: “In
my strongest dreams/ I have your protection/ I have your careing/
And your smile”.